Jesús Rojas | Madrid |
Una finca con más de tres siglos de historia, próxima al municipio de Almagro (Ciudad Real), que te permite vivir experiencias 360º en tierras volcánicas.
Su accidentada orografía, que configura sus tres cuencas pluviales, hace posible un microclima peculiar, con noches frescas que compensan las insolaciones diurnas.
Encomienda de Cervera se encuentra en el corazón del Macizo Volcánico del Campo de Calatrava, a una altitud entre 750 y 850 metros sobre el nivel del mar. Delimitada por la Sierra de Arzollar, la Cañada Real Soriana, flanqueada por valles y sierras con gran densidad de encinas, enebros, romero o tomillo.
Un enclave único que permanece impasible bajo la atenta mirada del Volcán Maar de la Hoya de Cervera, declarado Monumento Natural en el año 1.999, y las tranquilas aguas de uno de los principales afluentes del río Guadiana, el río Jabalón.
Si indagamos en el origen de Encomienda de Cervera descubrimos que la finca era propiedad de los Condes de Valdeparaíso, a quienes el Rey Felipe V les concedió el título de Encomienda en 1741. Más tarde, en 148, esta concesión fue ratificada por el Rey Fernando VI, y nuevamente confirma sus privilegios el Rey Carlos III en 1758.
Además, hay constancia de que originariamente la finca poseía una casa residencial, un olivar con 300 olivos y un majuelo con 23.000 cepas. Más de cien años después, en 1887, contaba con un molino de aceite con prensa y desde 1927 existe la bodega para la elaboración de vino que hoy está restaurada y tiene un uso muy especial.
Actualmente, Encomienda de Cervera es una explotación de agricultura ecológica con dedicación especial a producir vinos y aceites virgen extra de alta calidad elaborados en la bodega y almazara instaladas en la finca. Para sus elaboraciones, usan exclusivamente uva y aceitunas producidas en sus propias plantaciones, respetando minuciosamente un sistema Integral de calidad que cumple con los requisitos de Pago Vinícola y Oleícola.
Visitar Encomienda de Cervera permite a los aficionados al enoturismo y el oleoturismo recorrer más de tres siglos de historia en apenas cuatro horas, un deleite para los sentidos. El broche de lo oro a esta experiencia lo pone el desayuno que el visitante puede degustar en sus jardines del siglo XVIII.