Ignacio Isidoro Benítez Blanco | ARGATACA
Desde hace millones de años, el mundo está poblado por el hombre. Épocas, etapas… lapsos de tiempo en los que la figura humana ha intervenido en la evolución de la vida. Y parece que fue ayer; el primer asentamiento humano, la cuna de la humanidad. Sudáfrica es sin duda, catalogada por la UNESCO en 1999 como Patrimonio de la Humanidad, el fundamento por el cual el hombre se ha hecho así mismo hasta nuestros días. Un conjunto arqueológico y paleontológico que revela la existencia de los primeros pobladores, enmarcado entre el actual Kruger National Park, Limpopo y Taung.
Pero… para redescubrir, tan sólo hace falta oler, sentir, palpar, saborear… adentrarse en lo que fue el origen para conocer el tesoro africano mejor guardado. Viñedos que cobran vida, que dan un nuevo sentido a la cultura más ancestral de todos los tiempos. La belleza se hace inminente; el pajizo aspecto de la puerta de una choza se abre con el viento, y en un abrir y cerrar de ojos… una mujer alta, tez oscura, mirada brillante, dulce trato. La primera dama. Sueño profundo. Se vuelve a poner el sol en lo más alto y cubre con su manto más reluciente la elegante sabana. Y entre los valles de Stellenbosch brota su lágrima de la tierra. Un nuevo mundo para la mujer más hermosa, que colgando de una viña de la más afamada Sauvignon Blanc, renace The First Lady.
Sudáfrica, nombre propio; el origen de la vida de donde brota el vino del nuevo mundo. Table Mountain, suelo arenisco que se funde con el granito dando cobijo a los aluviones formados por el río Eerste de donde nacen las estribaciones montañosas. Una de las variedades de uva que viajó desde Europa a mediados del siglo XVII y que a día de hoy goza de la popularidad de ser la madre de los vinos blancos del nuevo mundo, otorgando a Sudáfrica el noveno productor de vino en el mundo, donde se implementan técnicas de cultivo y vinificación avanzadas. Ya lo expresó Jan Van Riebeeck en su viaje hacia estas hermosas tierras donde reina el león ante antílopes y gacelas; «Hoy, Dios se ha loado, ha fluido por primera vez el vino de la uva del Cabo».
La primera dama, The First Lady; irrumpe en la linde entre la sabana y la jungla. Desprende su perfume de aromas. Color embriagador, mirada dorada, que recuerda el collar tribal. Se para, paciencia cristalina; a copa parada… levaduras que se entrelazan con fruta carnosa. Notas de plátano, pera dulce; sabor auténtico del Cabo. Retazos de fruto seco que se esbozan en su fondo, recuerdos sutiles de almendra y pistacho. Carácter procedente de Warwick; el mejor Terroir del Cabo, buque insignia del vino sudafricano con nombre propio. Legado de aromas que recoge su pausa en copa; mineralidad, ternura, frescura. Armonía que conjuga con uno de los platos más populares de Sudáfrica, bobotie, pastel elaborado de carne con pasas, dibujado con huevo, y servido con arroz, sambals, coco, banana y chatni.
Y vuelve a esbozar su belleza. Sale de la botella cayendo de forma elegante sobre la copa dibujando el origen sobre el viento. Naturalidad, vida… Warwick, la primera dama; the first lady que ha viajado desde el origen al nuevo mundo para deleitarnos bajo el manto de la Sauvignon Blanc.