Jesús Rojas | Madrid |
La que fuera residencia de verano desde los años 70 hasta los 90 del cebrereño Adolfo Suárez González, el primer presidente de la democracia española, abre sus puertas al público convertida en un hotel boutique con 5 estrellas y mucho encanto.

La imponente muralla de Ávila, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985, separa los vastos jardines de La Casa del Presidente del exterior, siendo además el único hotel del casco antiguo que dispone de piscina. Pero el encanto de este establecimiento reside en su historia, ya que entre sus muros de piedra se puede respirar aún el regusto al pasado e incluso rememorar los hitos históricos de los que fue testigo el inmueble.

Los pisos superiores albergan las 10 habitaciones (2 Deluxe, 5 Junior  Suites y 3 Suites) de este hotel concebido en formato boutique.

Este singular hotel, que también destaca por su propuesta culinaria, se distribuye en tres plantas. De ellas, la inferior es la que más fiel se ha mantenido a la estructura original de la casa (construida en los 70 para la familia Suárez sobre una edificación anterior), en la que destacan las vigas y contraventanas de madera propias de los palacetes castellanos, el zaguán de piedra que da la bienvenida al huésped (que se ha conservado intacto), la cocina (hoy convertida en el comedor del hotel y decorada con azulejos de cerámica de Talavera y enseres de cobre) y la recepción.

La Casa del Presidente

Ésta se sitúa en lo que fuera el despacho del presidente, una habitación donde probablemente se fraguó la democracia de nuestro país, se sentaron las bases de la actual Constitución y donde se cree que Adolfo Suárez se reunió con Carrillo para negociar la legalización del Partido Comunista. Preside la estancia una gran librería de la época de Suárez con una pequeña puerta secreta diseñada para facilitar su huida en caso de emergencia.

Cada habitación ha sido bautizada con distintos conceptos que representan los valores sobre los que se sustentó la figura de Adolfo Suárez: Vida, Amor, Alegría, Libertad, Paz, Coraje, Diálogo y Felicidad son algunos de ellos.

En esta misma planta se encuentran los salones sociales del hotel, con tres chimeneas, sofás tipo Chester y piezas muy especiales entre las que se incluyen obras de arte originales, muebles franceses de principios del XIX o un biombo oriental del año 1.600.

En cuanto a las estancias, señalar que todas cuentan con bañera y ducha de aromaterapia, amenities de Chopard y cama King Size. Algunas, además, disponen de terraza con vistas al jardín y a la muralla.

Por último, nos detenemos en las zonas comunes del hotel, dentro de las cuales cabe poner énfasis en el imponente jardín delimitado por la propia muralla de Ávila, salpicado de vegetación y coronado por un tranquilo porche y una piscina de verano que convierte a La Casa del Presiente en el único hotel situado dentro del conjunto histórico que tiene piscina exterior, además de ser el único 5 estrellas de la ciudad.

Ávila en la mesa

En este lugar, que siempre fue concebido como un retiro y que invita al relax, también se ha cuidado al máximo la propuesta culinaria y el servicio. En este sentido, sobresalen sus desayunos caseros a base de zumos naturales y café recién hecho, mermeladas artesanales, embutidos locales, quesos de la sierra de Gredos o el valle del Tiétar y yogures naturales de vacas abulenses. Mención aparte merecen los panes artesanos de la Tahona del Sotillo, un obrador con más de 100 años de antigüedad donde se trabaja con masas madre en todas las elaboraciones, que se molturan, muchas de ellas, en molino de piedra.

Por su parte, el comedor, ubicado en la antigua cocina de la casa, ofrece también servicio de cenas a través de una carta sencilla, de platos ligeros enfocados a la materia prima, que incluye, por ejemplo, “Mejillones de las Rías Baixas calibre 7 acompañados con chips de verduras”, “Tomate rosa con ventresca de bonito del Cantábrico”, “Foie de pato de Soria”, “Sardinas marinadas de Santoña”, “Corazones de alcachofas con quinoa y espinacas” y algunas concesiones al recetario local como las “Patatas revolconas con torreznos” o el “Lomo de olla con pimientos de cristal”.

Como no podía ser de otra manera, completa la propuesta culinaria una pequeña pero  estudiada bodega con vinos de la zona (Cebreros, El Tiemblo y El Barraco), referencias tanto clásicas como curiosas del país, entre las que sobresalen los monovarietales y coupages de Pinot Noir de la bodega vallisoletana Alta Pavina y algunas etiquetas internacionales de países como Francia, Alemania, Italia o California).